– Dieta adecuada manteniendo el peso ideal: Es una medida preventiva, pero una vez que ya se ha detectado la hipertensión también es fundamental seguir la dieta mediterránea y reducir el consumo de sal, una de las principales aliadas de la hipertensión. Según la OMS, las personas normotensas no deben consumir más de cinco gramos de sal al día, una cantidad que se reduce en personas hipertensas. Para no superar esa cifra, es buena idea que la pizca de sal que echamos a la comida sea ya con el plato cocinado, no durante la cocción. Y consumir con mucha moderación ultraprocesados y precocinados, que tienen mucha sal.
– Hacer ejercicio físico: Salir a caminar 30 minutos por la mañana y 30 minutos por la tarde evitando las horas de mucho calor es tan importante como cualquier pastilla que se pueda recetar. En cuanto a la intensidad y el tipo de ejercicio, la recomendación es combinar ejercicio aeróbico y ejercicio anaeróbico, sabiendo que el organismo tiene que ir adaptándose.
– Fármacos. Si es posible, y en un porcentaje altísimo de casos lo es, siempre debe ir primero la modificación de los hábitos de vida. Pero si las cifras de presión arterial son muy altas, hay crisis hipertensivas de repetición o el paciente tiene un riesgo asociado que no nos permite esperar, habrá que acudir al tratamiento farmacológico.