Se estima que entre el 20 y el 60% de las personas con Insuficiencia Cardíaca (IC) no cumple adecuadamente con el tratamiento tanto farmacológico como no farmacológico prescripto por su profesional sanitario correspondiente. Este incumplimiento es lo que denominamos falta de adherencia terapéutica.
La Organización Mundial de la Salud define adherencia terapéutica como el grado en que el comportamiento de una persona (tomar el medicamento, seguir un régimen alimentario y ejecutar cambios del modo de vida) se corresponde con las recomendaciones acordadas por un prestador de asistencia sanitaria.
Que las personas no sigan las indicaciones prescriptas por el personal sociosanitario supone una pérdida de efectividad del tratamiento prescripto, un incremento del riesgo de morbimortalidad con el consiguiente empeoramiento de los síntomas, aumento de las complicaciones y del riesgo de hospitalización o reingreso hospitalario. En resumen, podríamos traducir la falta de adherencia en una notable pérdida de la calidad de vida del paciente.
Ante esto, ¿Cómo fomentar la adherencia en pacientes con IC?
En primer lugar, ante la posible falta de adherencia, a grandes rasgos, es necesario identificar posibles grupos de riesgo en los que se incremente la posibilidad de no cumplimiento terapéutico. Por ejemplo, la falta de adherencia se da con mayor frecuencia en personas con depresión o demencias.
En el caso de personas con IC, se podría considerar que presentan un alto riesgo en cuanto a incumplimiento terapéutico nos referimos por diversos motivos. Principalmente, se trata de una patología que afecta, en mayor medida, a personas de edad avanzada en las que es común que la IC conviva con otras patologías, es lo que llamamos pacientes pluripatológicos. En este tipo de personas, es habitual que tengan que seguir las indicaciones de varias terapias distintas según sus patologías, es decir, que estén polimedicados. Además, en el caso de los fármacos que se utilizan en el abordaje de la IC, se pueden presentar graves daños si no se sigue su indicación adecuadamente.
Con el objetivo de fomentar la adherencia en pacientes con IC se hace necesario informar y formar al paciente: sobre cómo actúa e interviene el tratamiento prescripto en su proceso asistencial. Así mismo, de las ventajas de un adecuado seguimiento y de los posibles efectos adversos si no se siguen las pautas indicadas.
Las personas con IC necesitan comprensión y eliminar el estigma de culpabilidad
Una de las medidas más afectivas es adoctrinar al paciente mediante la recomendación de hábitos que le permitan seguir adecuadamente su tratamiento terapéutico:
- Para asegurarnos que el paciente se tome la medicación tal cual está prescripta, hemos de explicarle de forma fácil y sencilla como ha de hacerlo y ayudarle a la memorización de estas pautas. Un recurso adecuado consiste en facilitarle un documento en el que de forma esquemática y gráfica se recoja qué medicación, dosis y con qué periodicidad ha de tomarla.
- Uno de los motivos que conducen a la falta de adherencia es que la persona alega que ya se encuentra mejor y, por tanto, ya no necesita la medicación pautada. Para evitar que esto ocurra, tenemos que concienciar al paciente de que su mejoría es sinónimo de efectividad y que no constituye un factor determinante para dejar su medicación, sino todo lo contrario.
- Para evitar olvidos, resulta eficaz proporcionar al paciente pautas mnemotécnicas:
- Tomar la medicación siempre a la misma hora como si de un hábito más se tratase: al igual que nos lavamos las manos después de ir al baño o los dientes después de comer.
- Asignar, en un sitio visible, un calendario en exclusiva en el que se refleje qué días y qué horas se ha de tomar la medicación correspondiente.
- Gracias a las nuevas tecnologías, también se puede programar en el móvil alarmas asociadas al nombre de un fármaco estableciendo qué días y qué horas hay que tomarlo.
- Utilizar aplicaciones móviles que generan avisos automáticos.
- Utilizar pastilleros y distribuir la medicación en las casillas como se requiera.
- Fomentar que calcule con respecto a la dosis y frecuencia de la toma de los fármacos, cuando hay que reponer la medicación. De esta forma, le será sencillo establecer un aviso, ya sea en un calendario o un móvil, días antes de que se acabe su medicación para que le recuerde que tiene que adquirir más cantidad y evitar así el incumplimiento terapéutico porque no dispone de ella.
- Aunque todas nuestras acciones informativas y formativas han de ir dirigidas al cumplimiento terapéutico, también es importante dotar al paciente de recursos en caso de que se le olvide una toma y evitar acciones tan contraproducentes como tomar la medicación muy seguida sin dejar el tiempo reglamentario entre una toma y otra o doblar la cantidad en la toma siguiente.
- Otro de los factores que pueden influir en la falta de adherencia terapéutica son los efectos secundarios asociados a los medicamentos recetados, motivo por el cual muchas personas no siguen las pautas establecidas por su médico de referencia. En este aspecto, la línea de actuación empezaría por informar al paciente de los posibles efectos secundarios que pueda experimentar y qué pautas ha de seguir cuando estos aparezcan para paliarlos. A su vez, en caso de que no consiga controlarlos, también tiene que saber cómo ha de actuar y qué información ha de proporcionar en caso de que acuda a un centro hospitalario.
- Informarle de lo contraproducente de seguir terapias “alternativas o complementarias” que carecen de evidencia. Éstas pueden interferir en el tratamiento prescripto ya sea disminuyendo su eficacia o incrementando su toxicidad. Natural no es sinónimo de inocuo.
- Proporcionarle todos los recursos necesarios de forma que el entorno social, familiar, laboral, psicológico u otra índole favorezca en su cumplimiento terapéutico.
Lo más importante es afianzar una relación adecuada profesional médico / paciente basada en la confianza mutua. El conocimiento de la patología y su abordaje por parte del paciente es clave en la adherencia terapéutica. Toda persona que reciba un diagnóstico ha de sentirse una pieza fundamental e integrada en su abordaje terapéutico de forma que su proceso se adapte y sea compatible con sus necesidades específicas a nivel clínico y psicosocial.